En la entrada de hoy tenía previsto continuar hablándoles de mi viaje a Corea del Sur (si se acuerdan, les dejé a punto de coger un autobús al centro de Seúl). Pero ocurre que ahora mismo tengo una nostalgia que me inunda el alma, y seguir como si nada se me antoja falso e innecesario. Este blog no es para eso.
La nostalgia me la causa una ciudad que no es la mía, pero en la que he vivido varios años y me ha llenado la memoria de muchos y muy buenos recuerdos. Les hablo de Oxford: «la ciudad de las agujas de ensueño».
Me mudé allí en 2009 para estudiar, una cosa llevó a la otra, empecé a trabajar, me hice un hueco y, aunque siempre he intentado sacarla de mi memoria y seguir adelante, me ha calado hasta los huesos.
Oxford es una de esas ciudades que no dejan a nadie indiferente. A nadie con un poco de inquietud, claro. Tiene de todo y para todos, es de todos y no es de nadie. Quizá por eso todos la sentimos nuestra.